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“Y este es el punto esencial para nosotros, porque nada de esto podría funcionar sino porque el ser hablante es un apresurado. Eso es algo que me gustaría que se tuviera en cuenta, incluso en las tres ponencias que he escuchado. No somos inocentes de este apresuramiento. Habita en nosotros. No hay cosa más apresurada que un niño. Y un niño suele dejar fatigados rápidamente a los adultos porque es una persona despierta, activa, que hace todo rápido y lo más rápido posible […]”
“[…] hace resonar los descubrimientos del psicoanálisis: el niño ya es un apresurado. Por eso, como el tema general ha sido niños y adolescentes, viene esa frase de Lacan: no somos sin defecto ante esta cuestión. Ya venimos con un defecto y acelerar a los acelerados, todo nos indica que es algo que producirá un gran malestar. Y enraizado con que el acelerado goza y le gusta que lo aceleren… Eso hay que recordarlo, porque si no, en nuestra preocupación o en nuestros modos de tratar de hacer algo con estos síntomas, es fácil deslizar que el niño, la víctima, es un ángel inocente y que, solucionándole un poco las cosas, de él no puede sino venir un humanismo natural y de progreso. Un analista desconfía de eso. En cada uno de nosotros, hay un frenético, lo hubo y cuesta mucho encontrar una solución para eso”
Juan Carlos Indart, Revista El Niño N° 12
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